El alcalde socialista cambia su voto en 24 horas ante la misma petición de fondos, mientras el BNG hace de cómplice necesario en este bandazo institucional
Si este lunes en el pleno municipal alguien se hubiera atrevido a sugerir que el alcalde Miguel Fernández (PSOE) sufría un caso agudo de desdoblamiento de personalidad, la moción habría sido tachada de fantasiosa. Hoy, a la vista de los hechos, la teoría cobra una verosimilitud alarmante. Lo que los manuales de psiquiatría denominan Trastorno de Identidad Disociativo (TID), y que el vulgo conoce como doble personalidad, parece haberse instalado en el despacho de la alcaldía.
El episodio crítico tuvo lugar este pasado lunes 29 de septiembre, fecha en la que, por cierto, se celebró el pleno pospuesto desde el jueves debido al lógico y sentido fallecimiento del concejal Pablo Permuy. En la sesión del Ayuntamiento de Lugo, el PP presentó una moción de sentido común: pedir al Gobierno de Sánchez más fondos para las infraestructuras de una capital lucense históricamente abandonada, la única sin conexión a la alta velocidad de Galicia. Hasta aquí, todo normal.
Lo extraordinario fue que el alcalde Fernández, en un arranque de lucidez municipalista, alzó la mano a favor. Parecía entender que, más allá de colores partidistas, defender a los lucenses era su principal función. “Sí, necesitamos dinero y atención”, parecía decir su voto. Una postura clara, coherente y loable. Los presentes se frotaron los ojos, pero lo vieron claro.
Sin embargo, la estabilidad de la personalidad “Alcalde Miguel” es tan frágil como el compromiso de Óscar Puente con la provincia. Tan solo 24 horas después, en el pleno de la Diputación Provincial de Lugo (institución de la que el señor Fernández, recordemos, sigue siendo diputado sin que le suponga un conflicto de interés aparente), se presentó una moción prácticamente calcada.
Fue entonces cuando emergió la segunda personalidad, la de “Diputado Miguel”. Ante la misma petición de fondos para la misma Lugo abandonada, su mano, y la de todo su grupo socialista, se alzó… pero en contra. El “sí” municipalista se transformó, en un brevísimo espacio de tiempo y sin mediar explicación alguna, en un “no” partidista. No consta, por cierto, que el alcalde hubiera solicitado una excedencia temporal de sus funciones durante ese día para justificar tal cambio de criterio.
Este comportamiento esquizofrénico a la hora de votar recuerda inevitablemente a El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. Por el día, un alcalde amable que defiende a sus vecinos; por la noche (o en este caso, al día siguiente en otra institución), un diputado Hyde que obedece ciegamente los designios de un partido que, a nivel central, nos deja sin AVE y ni siquiera nos incluye en los estudios de cercanías. Un ministro, Óscar Puente, que nos ignora, y un alcalde que, en la Diputación, le hace el coro.
Mientras este drama clínico-institucional se desarrolla, el BNG ejerce de cómplice necesario de estos bandazos. Su papel es el del copiloto en un viaje lleno de curvas, sosteniendo gobiernos de coalición que, al parecer, no aportan estabilidad ni soluciones claras para los lucenses. Su estrategia parece inspirada en el celebérrimo personaje de la película “Airbag”: “igual te dice una cosa que la contraria”. Un airbag que, en lugar de proteger del golpe, contribuye al mareo.
La pregunta que flota en el aire es más médica que política: ¿Qué tratamiento seguirá el alcalde Fernández? ¿Se decantará por la personalidad que defiende a Lugo o por la que obedece a su partido incluso en contra de Lugo? Mientras se medita la respuesta, los ciudadanos asistimos, entre perplejos e indignados, a una sesión continua de teatro del absurdo donde el único diagnóstico claro es el de un Trastorno de Identidad Desleal (TID) que perjudica seriamente la salud de la ciudad.